Granada legendaria: el mono careto y otros seres mitológicos de Sierra Nevada AIDA ORTIZ IDEAL Sábado, 7 noviembre 2020
El sur de la península cuenta con su propia mitología vinculada a la naturaleza y, según la tradición, en sus montañas se ocultan seres endémicos que protegen los bosques y desafían al ser humano.
La naturaleza más salvaje, aquella en la que el ser humano apenas ha dejado su huella, se ha conformado durante siglos como escenario mágico y misterioso de innumerables leyendas, así como un lugar habitado por seres mitológicos y criaturas fantásticas. Unos seres cuyo origen debemos buscar en las creencias y supersticiones de poblaciones que imaginaban figuras protectoras de los bosques a las que temer y respetar, con el objetivo de advertir sobre los peligros de lo desconocido o de dar una explicación a determinados fenómenos naturales.
Los paisajes frondosos y de difícil acceso forman parte del imaginario de muchas culturas en lugares en los que la naturaleza tiene un papel destacado, como es el caso de Irlanda, en cuyos bosques habitan los leprachauns, junto a un buen número de seres mitológicos. En el caso del norte de España, encontramos las meigas y los trasgos gallegos, los aramos o las bruxas asturianas, el basajaun vasco o los duendes y los ojáncanus cántabros.
El sur de la península también cuenta con su propia mitología vinculada a la naturaleza y en sus montañas se ocultan seres endémicos que protegen los bosques y desafían al ser humano ante la impronta que éste deja en sus parajes. Granada y Sierra Nevada, envueltas en una indudable atmósfera legendaria, no podían ser menos. Pero lejos de albergar geniecillos burlones, en los montes escarpados de nuestra sierra se ocultan, según la cultura popular granadina, criaturas que provocan verdadero terror.
Si nos adentramos en el rico folklore de Granada, encontraremos una creencia muy arraigada sobre la existencia de un personaje malicioso al que debe temer cualquier montañero que se adentre en las espesuras de Sierra Nevada. Se trata del mono careto, una especie de duende con aspecto de simio y rostro severo, cuya expresión puede paralizar de pavor a quien ose interponerse en su camino.
Muchos afirman que este ser mitológico es la sublimación de la «malafollá granaína», pero el mal humor de este personaje serrano va mucho más allá, hasta el punto de provocar verdaderas tragedias. Tanto es así que, según las creencias populares, es capaz de provocar aludes de nieve para sepultar a montañeros, ocasionar desprendimientos de rocas, o cortar las cuerdas de los escaladores, con el único objetivo de castigar a quien se adentra en la montaña sin el temor y el respeto que merece. Y es que, como muchos otros seres de la mitología andaluza, la existencia de esta leyenda no tiene otro fin que advertir de los peligros de la sierra, que puede llegar a ser un lugar tan hostil como fascinante.
La ondina de la laguna de Vacares
Las lagunas de las montañas granadinas también esconden oscuras leyendas, a pesar de su apacible apariencia. Sobre todo la laguna de Vacares, que se distingue de las demás por su aspecto sombrío, tal y como la describió el ilustre granadino Fidel Fernández Martínez, una de las personas que más ha contribuído a la divulgación de Sierra Nevada: «Las paredes interiores están formadas por horribles acantilados que descienden con pendiente casi vertical, y en el fondo de aquel gigantesco circo, al pie de la vertiginosa gradería, se advierte un enorme estanque circular, de aspecto triste y melancólico».
Su aspecto, oscuro e inquietante, ha inspirado numerosas leyendas y tradiciones muy arraigadas entre pastores y cazadores. De la laguna de Vacares, por ejemplo, se dice que no tiene fondo, que es un «ojo» que comunica con el mar en Calahonda, que congrega a las almas del purgatorio en determinados días del año o que en sus profundidades se oculta el palacio de un rey moro. Pero la más conocida tiene que ver con un ser femenino de espectacular belleza, procedente de la mitología griega, que habitaba en lagos o ríos: la ondina.
La laguna de Vacares es morada de una de estas terroríficas criaturas, que se aparece en forma de pájaro blanco y que aprovecha la desorientación de viajeros perdidos en las entrañas de la sierra para atraerles con su belleza y arrastrarlos al agua con una fuerza sobrehumana, para después devorarlos sin piedad. Según cuenta la leyenda, en una ocasión, la ondina quedó prendada de un caminante al que perdonó la vida para convertirlo en su amante. El infortunado viajero, sin embargo, despertó de su embelesamiento cuando comprobó que en el fondo de la laguna reposaban los restos de sus otras víctimas. Horrorizado, huyó aprovechando un despiste de la ondina que, al percatarse, montó en cólera y redobló su crueldad.
Aunque existen otros seres mitológicos en el imaginario granadino, el mono careto y la ondina de la laguna de Vacares ocupan un lugar destacado en la tradición serrana, que invita a disfrutar de las maravillas de Sierra Nevada, sin olvidar las amenazas que acechan al viajero en las entrañas de la naturaleza más salvaje.
Recupero esta curiosidad histórica de las magníficas Antigüallas granadinas que Asclepios (pseudónimo que escondía al genial Fidel Fernández) publicó en Ideal en 1935 y que hacía referencia a un acontecimiento que habría tenido lugar en nuestra ciudad hace 450 años.
Cuenta Asclepios en el año 1567 un joven granadino cometió un robo que, en la justicia de aquella época, se castigaba con la pena capital.
El día de su ejecución se alzó en Plaza Nueva la horca como curiosamente puede comprobarse en el plano de Granada que dibujó Ambrosio de Vico en el siglo XVI.
Un jesuita confesó al reo poco antes de que se cumpliera sentencia pero, al pedir el joven el favor de la comunión, el cura no tuvo más remedio que negársela ya que en las costumbres de la época no se autorizaba la entrada del pan consagrado, el cuerpo de Cristo, en un lugar tan abominable e indecente como es la cárcel.
Juan de Sevilla, como se llamaba su confesor, llevó personalmente la petición al Arzobispo que inmediatamente autorizó la comunión. Un paje del Prelado fue enseguida a Santa Ana y de allí salió el Santísimo Sacramento que el preso recibió con fervor ante el asombro de los que vieron rota una tradición que se tenía por sagrada.
Pocos meses después, un 25 de enero de 1568, aquel arzobispo granadino pidió al papa Pío V que todos los condenados a muerte pudieran recibir el sacramento de la comunión y, en fin, el rey don Felipe II determinó por Ley que se hicieran capillas en las cárceles y lugares decentes donde los condenados a muerte pudieran oír misa y por decoro que se debe al Sublime huésped, no se ejecutase sentencia de muerte hasta 24 horas después.
La pena de muerte en España fue abolida en la ley orgánica del 27 de enero de 1995, aunque ya llevaba abolida 17 años, desde la Constitución de 1978.El 2 de marzo de 1974 el joven activista Salvador Puich Antich fue el último condenado a garrote vil de la Justicia española
Asclepios. Ideal.Domingo, 14 de julio de 1935. Página 4
Conocerla es quererla
por manuelegance
Hacia el año 1485, en la Batalla de Lucena caía preso el rey de Granada, Boabdil el Chico. Fue puesto a buen recaudo en un torreón en Porcuna (Jaén), donde esperó su liberación. En otro lugar, en la Alhambra de Granada, en el interior de unas mazmorras se encontraban unos prisioneros cristianos. "Tenían que permanecer vivos porque su valor estaba en el posible intercambio que se hiciera por Boabdil, así que fueron bien alimentados y recibieron un buen trato, aunque permanecieron durante semanas en la Alcazaba" secretos, explica Jesús Bermúdez, asesor técnico de Arqueología del Patronato de la Alhambra y el Generalife.
La Alhambra tiene centenares de historias que contar relacionadas con cada uno de sus rincones. Cada fuente, acequia, torre, palacio... guarda el peso de la memoria como si se tratase de un libro abierto. Sin embargo, algunas de las páginas de ese libro permanecen ocultas debajo de la piedra o entre las diferentes estancias del monumento. "La Alhambra está llena de pasadizos, mazmorras, subterráneos... Hay que tener en cuenta que hubo muchas conspiraciones y que fue concebida en parte con una finalidad defensiva, así que es normal que estos lugares estén ahí". Todo un entramado de oscuros y estrechos pasadizos recorren la colina roja, sobre la que se encuentra el monumento. El Patronato los tiene catalogados y trabaja para su conservación y estudio. "Están en diferentes niveles de la arquitectura y hay que cuidarlos. Por ese motivo no están abiertos al público, porque no resistirían el volumen de visitantes que hoy en día tiene el monumento. Son lugares frágiles que solo pueden visitarse en circunstancias excepcionales", explica Bermúdez que, en esas circunstancias, es un guía privilegiado para recorrerlos.
En la zona de la Alcazaba lo que predominan son los silos y las mazmorras. Los primeros tenían como función guardar alimentos, fundamentalmente grano y semillas, además de diferentes utensilios. Los segundos era los lugares en los que se encerraba a los cautivos. En la mayoría de los casos se trata de grandes oquedades en el suelo de las que es imposible salir sin unas escaleras. De este modo, la huida era imposible y no era necesario someter a los presos a una vigilancia permanente. "De todas formas, eran lugares muy polivalentes. En época de guerra los silos también solían ser empleados para guardar prisioneros", aclara.
Entre los múltiples pasadizos, destacan los que conectan diferentes estancias del palacio. Su estrechez y oscuridad son angustiantes. "En época nazarí por ellos andarían con pequeñas antorchas y estaban destinados al servicio y la guardia, imaginamos que para los cambios de turno", expone el arqueólogo. Los más impresionantes son los que siguen la conocida como calle de Ronda, que pudo servir también como zona de escape ya que llega hasta la misma torre de Comares. "Eran una forma rápida de abandonar el palacio y seguro que pudieron ser muy útiles en situaciones complicadas".
También por encima del muro Adarve, conocido como El Paso, hay un pasadizo de guardia que se reconvierte en túnel en la zona de los palacios nazaríes, atravesando torres y recintos arquitectónicos siguiendo la línea de la muralla. También existen túneles que conectan la Alhambra con la ciudad, en concreto con campos abiertos donde se practicaba la cetrería, de la que eran muy amantes los habitantes de los palacios de la Alhambra, lo que hace pensar que fueran empleados para llegar allí sin correr el riesgo de salir de la ciudad amurallada.
Los diferentes túneles, pasadizos, mazmorras... pertenecen a épocas muy diversas. En la alcazaba la mayor parte son originarios, fueron construidos en el mismo momento en el que se levantó el edificio, en el último tercio del siglo XIII. Los que existen en la zona de los palacios nazaríes tienen su origen a mediados del siglo XIV. Los últimos fueron construidos ya por los cristianos, que tenían la misma costumbre que los anteriores habitantes de la Alhambra. El Palacio de Carlos V tiene estructuras muy similares que tuvieron la misma función de facilitar una huida o albergar cautivos.
"Son algunos de los lugares más misteriosos del monumento, parte del patrimonio enorme que supone la Alhambra", explica el arqueólogo, para el que se está desarrollando "una importante labor de seguimiento de su estado e intervenciones constantes para mantenerlos de la mejor manera posible, aunque de momento es imposible abrirlos al público general salvo en ocasiones muy limitadas como las que ya se practican, como los cursos de verano que el centro Mediterráneo ha desarrollado este año", concluye.