ASOCIACIÓN ANTIGUOS ALUMNOS REDENTORISTAS Y CORO SAN ALFONSO
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QUIERO HACER HISTORIA

 

CORONAVIRUS Y EL ESTADO DE ANESTESIA GENERAL

Julio Moreno

 

Coronavirus y el estado de anestesia general

 

El día 14 de marzo del presente año, el gobierno de Sánchez decretó en todo el territorio español, el estado de alarma general por razones sanitarias. Dos días después falleció mi tío Manolo, hermano de mi padre. No fue a causa del coronavirus. Fue sepultado al día siguiente 17, previa misa a las 5 de la tarde, donde estaban el sacerdote oficiante, su hijo Manolo, mi mujer Encarni, mi hija Sandra y yo mismo. No hubo saludos, el cura nos dio la paz a distancia y los cuatro asistentes guardamos una distancia mínima de tres metros. Nos dijimos adiós a distancia y cada uno abandonamos el cementerio en coches diferentes. Seguimos las normas establecidas.

 

El día 24 de abril fui a un laboratorio a hacerme un análisis clínico. De vuelta a casa compré el periódico, la chica del quiosco con guantes y una pantalla de metacrilato, como escudo protector, me miró mientras yo la observaba; pagué y a casa. Al día siguiente recibí el resultado por e-mail. Desde el decreto del Gobierno, todos los días la misma rutina. Salía de casa, compraba el periódico, la chica seguía parapetada tras su pantalla de metacrilato, observaba la plaza silenciosa y vacía, y a casa.

 

En todo ese tiempo, solo vi a una vecina. Entramos al portal por separado a dos metros de distancia, un leve gesto con la mano, y como dicen en mi pueblo, cada mochuelo a su olivo, o sea, su piso. Luego en casa, televisión, internet, muchos watsapps, llamada a los hijos, lectura y visitas al frigorífico. Algún ejercicio en la terraza, observar la carrera de la Virgen sin un alma viviente y... pensar. En casa estamos Encarni y yo, mis hijos Alberto, y Emilio, y su novia. Había conversación, bromas, buen rollo y algunas partidas de ajedrez contra mi hijo Alberto, que dejaban mi autoestima herida. Y volver a pensar. Los otros dos hijos y los nietos solo los veía por el móvil.

 

Todos los días en televisión, Fernandito Simón, con las cejas de Brezhnev y vestido de mendigo, nos daba la tabarra con su voz de falsete. !Qué papelón! Le acompañaba en la tarea el jacarandoso ministro de Sanidad, el filósofo  Salvador Illa, ¡qué maravilla! Luego nos trajeron a los uniformados hasta llegar al glorioso general Santiago, don José Manuel, para poner a la Benemérita a limpiar los zapatos al Gobierno. ¡Qué bochorno! Más tarde se fueron, pero siempre comparecían el ínclito Simón y el filósofo Maravilla.

 

Yo lo llevaba todo con sentido del humor y alguna invectiva que Encarni desaprobaba. Pero lo peor era los sábados por la noche, cuando humildemente comparecía el incomparable Pedro Chávez y con su interminable “Aló presidente” torturaba mi inteligencia. Yo ya no podía más y le gritaba: ¿Por qué no te callas? El no me oía, mis hijos se reían y Encarni me reconvenía. Así pues, el ambiente era bueno. También recuerdo las salidas a la terraza a las 8 de la tarde para aplaudir a los sanitarios y las caceroladas a las 9 de la noche de rechazo al Gobierno. En ambas participaba yo: a las 8, porque era de justicia, un incentivo emocional para ellos y un reconocimiento a su labor, ejemplar, al servicio de los demás. Del hospital a sus casas con riesgo para sus propias familias, trabajando sin medios, sin los test necesarios, en el ojo del  huracán y sin una queja. Algunos han perdido la vida como sus pacientes, en soledad. Y en soledad han sido sepultados. En la cacerolada de las 9,  participaba porque también era justa y  era necesaria una llamada de atención a Sánchez.

 

Así pues, aplausos a las 8, luego alguna película, documental, Netflix y si no meditación o lectura hasta la una de la mañana, que tocaba acostarse. Entremedias, Internet más aseado, o algunas cutreces, digamos “Sálvame”, o chismes y propagandistas en la tele sobre la pandemia. Y de pronto lo vi claro. ¡Jope! lo han logrado, ya tienen a España en estado de anestesia general.

 

Volví a mirar el resultado del análisis, que me había enviado por e-mail el  laboratorio, y  cogí un libro para leer un rato. Resultó ser una novela de Vargas Llosa, Conversación en la catedral, que yo había leído hacía años, pero la abrí, empecé a leer y... antes de mediar siquiera la primera página me detuve en seco. Volví a releer la pregunta que el protagonista, un periodista llamado Santiago Zavala (Zavalita), se formula en el inicio de la novela: ¿En qué momento se había jodido el Perú?

 

Después ya no pude seguir leyendo y solo pensaba: ¿Cuándo se había jodido España?  Y de forma instintiva, y luego con enorme convicción, me llegó la respuesta. Ese momento fue el día 8 de marzo de 2020 con la inolvidable manifestación feminazi celebrada en Madrid, y en todo el país, con el apoyo y el aliento del Gobierno central y todo su inmenso aparato  de propaganda.

 

El calificativo aplicado de feminazi no es gratuito ni caprichoso y para ello solo basta observar la manera cómo las participantes de Ciudadanos u otros partidos fueron expulsados de la manifestación por no ser “puros” y no gozar del suficiente pedigree feminista. ¿Cómo llamar esa actuación?

 

Ese momento desgraciado para nuestro país tenía un antecedente lejano en el 31 de mayo de 2018 con la moción de censura que llevó a Sánchez a la presidencia del Gobierno, y un prólogo más cercano el día 8 de enero en que el doctor Sánchez formó su gobierno socialcomunista, con los apoyos de los Torra, Bildu, etc.

 

Lo creo así porque ese día comenzaron a fraguarse  todos los males que estamos padeciendo y la  terrible ruina económica que va a venir, Sí, he dicho ruina económica, y que durará más que la pandemia. En esa funesta manifestación feminazi celebrada en Madrid, estuvieron en primera fila las grandes heroínas defensoras de las mujeres: Carmen Calvo, con su gorrita Peaky Blinders, vicepresidenta del Gobierno, infectada; Irene Montero, ministra de Igualdad, otra defensora heroica de las mujeres, también infectada; afortunadamente, ambas han sanado. También estuvo  la vicepresidenta Calviño, la ministra de Defensa, Margarita Robles, la esposa del presidente, Begoña Gómez y… Y estuvo también el gallardo ministro del Interior, el otrora Grande Marlaska, ahora más pequeño.

 

Y allí compareció el maldito covid-19 que no había sido invitado, pero cuya visita temían nuestras heroínas, por eso llevaban guantes de protección, pero su sectarismo  fue más fuerte y siguieron adelante. Ese día por la noche el Gobierno fue consciente de su error, vio la gravedad que antes ignoró y… empezamos a pagar las consecuencias.  En ese momento se jodió España y es hora en que dejemos el Estado general de anestesia y enfrentemos la realidad, ahora que estamos a tiempo.

 

La realidad tiene unos datos: más de 26.000 muertos reconocidos, más de 40.000 sanitarios infectados, miles de nuevos parados que serán millones este otoño, miles de ancianos muertos en residencias (solos y abandonados en las residencias), cuya responsabilidad directa correspondía al ministro vicepresidente, desde el 19 de marzo, el reverendo Pablo Iglesias Turrión; y una población confinada en sus domicilios, con prórrogas sucesivas, las veces que el Gobierno lo considere, que permanece cautiva y silenciosa, ante la sarta de mentiras y ocultaciones perpetradas por este Gobierno.

 

Un último apunte, el periodista Antonio Martín Beaumon revela la reunión entre el ministro Illa y Fernando Simón, el 5 de marzo, con representantes de la Iglesia evangélica para hablar del congreso mundial que pensaban celebrar en Madrid los días 19 a 21 del mismo mes. Fueron advertidos que no era posible por motivos sanitarios y volvieron a reunirse; pidieron confirmación por escrito y al día siguiente les llegó un informe diciendo que no se podía celebrar por una cuestión de salud pública. Hoy este asunto se encuentra en el Juzgado de Instrucción número 51 de Madrid

 

Bien, pues a pesar de todo, Luis, la vida sigue, y podemos hacer mucho. El caso de Ifema en Madrid, y el inmenso hospital levantado allí en 48 horas, es una muestra formidable de ello. Pero debemos pedir responsabilidades políticas y penales a los responsables, y evitar que se vayan de rositas. El Gobierno en su conjunto tiene una enorme responsabilidad con los españoles, pero yo quiero señalar alto y claro los máximos responsables de esta crisis.

 

1º.- D. Pedro Sánchez Torrejón, presidente el Gobierno, un sociópata narcisista, un mentiroso permanente, cuya ciega ambición de poder tiene un solo objetivo, ser presidente del Gobierno al precio que sea.

 

2º.- D. Pablo Iglesias Turrión, vicepresidente del Gobierno, responsable único desde el 19 de marzo de las residencias de ancianos, comunista leninista proclamado por él mismo, amigo de separatistas y bilduetarras, y que constituye un peligro para España y para la democracia. Si lo dejamos seguir adelante, con seguridad nos llevará a Venezuela.

 

3º.- D. Fernando Grande Marlaska, una enorme decepción, jurista además, que ha humillado a las fuerzas de seguridad, nos ha mentido y cuya última hazaña ha consistido en multar a una señora porque circulando con su vehículo llevaba una bandera de España.

 

4º.- D. Fernando Illa, ¡qué maravilla!, filósofo ministro de Sanidad, nulidad total, que además nos ha mentido sobre las mascarillas, sobre los test, etc. y cuyos contratos de compra de material sanitario hay que investigar y dar a conocer a los españoles, porque esto huele que apesta.

 

5º.- D. Fernando Simón, experto sanitario con prestigio, que lo ha dilapidado vilmente; a la orden de sus amos nos ha mentido y con su original vestimenta se ha convertido en el pobre Simón y ha ofendido a la estética.

 

Las cinco personas relacionadas, y todo el Gobierno de forma solidaria, deben responder políticamente (será en las urnas) y legalmente ante los tribunales, por lo civil, lo contencioso, y en su caso por la vía penal.

 

Existen  mecanismos en nuestra Constitución para ejercer este derecho que tenemos, como la acusación popular, y habrá tiempo para eso. Si pensamos todos así y actuamos, siempre dentro de la ley, sin miedos ni anestesia que valga, habrá futuro para nuestros hijos y nietos. Si callamos como corderos y no hacemos nada, abandonad toda esperanza, y tarde o temprano llegaremos a Venezuela. 

 

¡Ah! El resultado de mis análisis en el laboratorio fue  negativo.

 

 

 

Julio Moreno

AARR. Empresario

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