Convivir con el coronavirus
Para la historia todo hecho presente deviene de un pasado y a su vez genera una consecuencia futura: queremos conocer el pasado para comprender el presente y para prevenir el futuro; por ello es necesario dejar constancia histórica del presente.
A mí del presente me interesa desvelar aquello que nos conmueve y que hoy, sin duda, es la pandemia provocada por el Covid-19. Tres son para mí los grandes hechos: las personas que han dado y siguen dando sin reservas, los que han caído soledad en las trincheras y lo que haremos los que quedemos para prevenir en el futuro.
Lo restante, el confinamiento, la desescalada, la pérdida de libertades, me resulta anecdótico.
Cuento solo mis vivencias, no puedo decir que el confinamiento me haya resultado incómodo. En nuestra casa, el espacio exterior nos ha permitido libertad de movimientos, disfrutar de una espléndida primavera en un jardín cuajado de flores y de la compañía de mi suegro (96 años) y mi mujer con los que celebré mi cumpleaños (día 3 de Mayo), compartiendo un arroz vegetariano y una botella de cava; recibí, además, la visita del perro de mi hija Julia acompañado de ella misma. La mal llamada desescalada está por ver y más apropiado sería llamarla escalada, pues caídos en el pozo del miedo y faltos de elementos disuasorios (tests, mascarillas y desconfianza) salir del pozo es una arriesgada aventura de alta montaña. En cuanto a las libertades pienso que no somos libres porque controlemos nuestros miedos, la preocupación o el dolor, sino cuando somos capaces de elevarnos sobre todo lo que aprisiona nuestras vidas, desnudos y sin trabas.
Y dicho esto vuelvo a lo esencial:
Por fortuna no lamentamos tragedias de este calibre en nuestro ámbito familiar, pero ha ocurrido en la familia redentorista en la que han fallecido siete cohermanos sacerdotes en su residencia de Astorga, entre otros, nuestro guía y mentor, elquerido Padre Paz.
Tenemos que evitar pandemias, no atajarlas. No tenemos ejército ni sistema sanitario para ello. Sólo un ecosistema que funcione bien se encarga de que la carga vírica se diluya y el riesgo de infección se amortigüe.
La humanidad tiene, tenemos, que replantearnos nuestra forma de estar en el mundo, el cómo y para qué, nuestra forma de relacionarnos, qué hemos conseguido y a qué precio,la degradación del ecosistema y la globalización: lo mismo que pasa la información de un continente a otro pasan los virus. Estamos contaminando, explotando...los biólogos, ecologistasy otros científicos llevan más de 30 años diciendo que tenemos que cambiar nuestra relación de consumo y explotación de la naturaleza, es decir nuestro modelo socioeconómico...”
Y hasta aquí la voz de los expertos.
Este es el asunto y antes de que fuéramos conscientes de su gravedad noshemos visto encerrados en casa, de la noche a la mañana, durante dos meses.
El cuadro tenebroso de los telediarios con el número de muertos y contagiados y 24 horas por delante un día tras otro nos han obligado a pensar que hemos hecho mal muchas cosas y dado importancia a otras tantas que no la tienen. Nos hemos visto privados de libertad y limitadas a una persona prácticamente nuestras relaciones sociales y familiares... y nos hemos convertido en supervivientes que respiramos bajito para que el virusno nos encuentre y en ciudadanos a los que han mermado sus derechos... ¿Es el precio para estar vivos?.
Hemos tenido tiempo para contestar WhatApps, comentar chistes, noticias, escándalos y no tener obligaciones. Tiempo para el ocio sin negocio, ciudades fantasma, campos y ancianos abandonados, jóvenes secuestrados. Las consecuencias y el tiempo que tengamos que lidiar con situaciones derivadas de grandes problemas son imprevisibles. Así, aunque no lo hayamos decidido ni pensado, despertaremos, tras la última desescalada, en una nueva realidad que tratarán de dibujar nuestros políticos.
¿Qué podemos hacer? seguramente ir teniendo claras las prioridades, cuidar a quienes nos necesiten y ser honestos, no permitir la mentira, no consumir como si no hubiera un mañana, organizarnos y pensar, leer, hablar entre nosotros y exigir explicaciones a quienes están obligados a darlas... y sobre todo, ayudar. Me temo que todos vamos a tener que echar muchas manos.