II.- ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS de
JUAN JOSÉ GALLEGO TRIBALDOS.
Romances del XX al XI
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XX.-FRAY LUIS DE GRANADA (Granada 1504-Madrid1588)
Frente al espléndido templo
de santo Domingo se alza
la imagen del dominico
en una severa estatua
que, si ahora está en el Realejo,
antes estuvo en Bib-Rambla
homenajeando al fraile,
santo y seña de Granada.
Por el siglo XVI,
la Edad Moderna arribada,
vino al mundo en el Realejo
el pequeño Luis de Sarria
en una humilde familia
recientemente inmigrada
desde las tierras gallegas
a la ciudad de Granada.
Era un niño vivaracho
de inteligencia preclara,
con prodigiosa memoria
y tan diestro en la palabra
que conmovía a las personas
si, por azar, lo escuchaban.
Enterado de sus dotes
el alcaide de la Alhambra,
como paje de sus hijos
al niño Luis nombrara
y en un palacio alhambreño
tuvo su nueva morada,
donde estudió con ahínco
Ciencias, Artes y Gramática,
siendo del niño Mondéjar,
compañero de enseñanza,
de juegos y travesuras
distintivos de la infancia.
El antedicho Mondéjar
por nascencia se llamaba
Diego Hurtado de Mendoza,
de linajuda prosapia,
nieto del gran Cardenal
o “Rey tercero de España”;
este Hurtado de Mendoza,
de la nobleza más alta
fue poeta y escritor
con carrera diplomática
ejercitando funciones
por notorias embajadas.
Luis Sarria tomó los hábitos
de los padres dominicos,
adquiriendo el sobrenombre
con el que ha trascendido,
de Fray Luis de Granada
que brilló desde el principio
por su vibrante oratoria
de cristiano compromiso,
siendo el gran predicador
de la doctrina de Cristo.
En Santa Cruz la Real,
claustro de santo Domingo
por el barrio del Realejo,
tuvo su primer destino
el fraile Luis de Granada,
que luego inició el camino
hacia diversos conventos
de los padres dominicos.
Se enfrentó a la Inquisición
sorteando algún conflicto
al defender Fray Luis
conceptos del erasmismo,
que en la jerarquía eclesiástica
nunca estuvieron bien vistos
y para el corpus teológico
eran puros desatinos.
En la literatura ascética,
tan presente en este siglo,
es notorio referente
nuestro fraile dominico,
con el decir vigoroso
de los clásicos latinos,
Julio César, Cicerón,
san Agustín o Virgilio.
En la perfección moral
basaba sus objetivos,
que es la norma de la Ascética
a unos pasos de lo místico,
y en la escala de valores,
la oración y el compromiso
adquiridos con el agua
sanadora del bautismo.
Con su “Guía de pecadores”
establece los principios
que la ortodoxia cristiana
marca la ruta a los hijos
para vivir en la Iglesia
como ordena Jesucristo:
una vida moderada
a base de sacrificios
y el espíritu abnegado
del virtuoso ascetismo.
Finalmente, en Portugal,
vivió las últimas horas
hasta apagarse su vida
en la ciudad de Lisboa,
donde sus restos descansan
evocando en la memoria
al fraile Luis de Granada
con su elegante oratoria
que cautivaba a los fieles
y seducía a las personas.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XIX.-EUGENIA DE MONTIJO (Granada-Madrid 1826-1920)
María Eugenia de Montijo,
venida al mundo en Granada,
barrio de La Magdalena
ilustre calle de Gracia,
casó con Napoleón,
el tercero de la saga,
siendo última emperatriz
de la turbulenta Francia
que en el siglo XIX
tantos conflictos creara.
Aristócrata española
paradigma de elegancia,
muy atractiva y gentil,
desde joven estudiara
en colegios prestigiosos
de Inglaterra y de Francia.
Hablando varios idiomas,
cosmopolita y mundana,
siempre un referente fue
de la tradición de España
y su forma de vestir
alcanzó a ser imitada
en las calles y palacios
por encopetadas damas,
tanto en el resto de Europa
como en la arrogante Francia.
Fundó un personal estilo
desde el sombrero, la capa,
los mantones de Manila
y otras prendas, que en España
nuestras mujeres lucían,
con su garbosa prestancia.
Siendo aún adolescente,
cierta tarde, por la Alhambra,
le echó la buenaventura
una castiza gitana,
pronosticándole a Eugenia
que en el día de mañana
se sentaría en un trono
como reina coronada.
En el Elíseo, bailando,
conoció a Napoleón,
sobrino del Bonaparte
y aspirante a emperador.
En el cruce de una danza,
al compás del rigodón,
Napoleón, muy lanzado,
a Eugenia le preguntó
en qué parte del palacio
se hallaba su habitación;
y la bella granadina
con gracia le contestó:
el camino más seguro,
por la capilla, señor.
El donjuanesco francés,
mujeriego y seductor,
de la sutil española
muy pronto se enamoró
y en Notre-Dame se casaron
con mucha pompa y loor,
pues el acontecimiento
tuvo máximo esplendor
tanto por la bella Eugenia
como por Napoleón.
Tras presidir la República,
segunda en nominación,
el ambicioso francés,
Carlos Luis Napoleón,
al estilo maquiavélico
el Estado fracturó
y, tras un golpe de Estado,
llegó a ser emperador
en unos trémulos tiempos
de caos y de convulsión,
acabando en el exilio
donde al final falleció
siendo Eugenia de Montijo
Regente de la nación.
La flamante emperatriz,
distinguida, aguda y guapa
participó en la política
con certera diplomacia,
mostrando protagonismo
en la obra extraordinaria
del gran Canal de Suez
que tanto bien aportara
al conectar el Mar Rojo
con aguas mediterráneas,
facilitando la ruta
entre Europa y entre Asia.
María Eugenia de Montijo,
profundamente cristiana,
fundó orfanatos, asilos,
hospitales y otras causas
para ayudar a la gente
más pobre y necesitada,
por lo que fue muy querida
y altamente respetada
entre la ciudadanía
de la petulante Francia.
El hijo que había tenido
murió en circunstancias trágicas
cuando en una acción de guerra
por los confines de África,
luchaba como artillero
en una feroz batalla
defendiendo los colores
de la bandera de Francia.
María Eugenia de Montijo,
enferma y nonagenaria,
trasladóse hasta Madrid
donde su vida finara
en el Palacio de Liria
de la capital de España,
mas sus restos se llevaron
en lujosa caravana
a la abadía Saint-Michael
donde yace sepultada.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XVIII.-MANUELBENITEZ CARRASCO (Granada, 1978-Alta Gracia, 1922-1999)
“Placeta del Salvador,
tres acacias en el aire
y mi madre en el balcón”.
(M.B.C)
…………………………….
Manuel Benítez Carrasco,
un mago de la palabra
entre recursos lingüísticos,
epítetos y metáforas,
vivió frente al Salvador
en una casita blanca
con el balcón perfumado
por la flor de las acacias.
Placeta del Salvador
de un Albaycín carismático,
donde la luz se adormece
a la hora del ocaso
y el hechizo bisbisea
por las esquinas del barrio,
fue cuna donde nació
Manuel Benítez Carrasco,
poeta de recia casta
que, escribiendo y recitando
sus inspirados poemas
por salones y teatros,
embriagaba a las personas
entre vítores y aplausos.
Así se ganó la vida
Manuel Benítez Carrasco,
esgrimiendo su poesía
como un arma de trabajo
para armonizar los versos,
diestramente recitados,
que taladraban el alma
de un público entusiasmado.
Su niñez, en las escuelas
de espíritu avemariano
que, en la Cuesta del Chapiz
emergen cual santuario,
teniendo enfrente la Alhambra
y a los pies, el río Darro,
donde comenzó a estudiar
al estilo manjoniano,
aprendiendo, tanto en clase
como en libertad, jugando,
al ser la Naturaleza
pedagógico escenario
bajo el manto azul del cielo,
entre higueras y avellanos
y en otoño el amarillo
esplendente de los álamos.
Al poco se incorporó
a un colegio seminario
de los padres jesuitas
donde alcanzó el noviciado,
que pronto abandonaría
por no sentirse llamado
a ejercer el sacerdocio
como tenía proyectado.
Volvió de nuevo a Granada,
al Albaicín encumbrado,
el cerro del Aceituno
allá por san Miguel Alto;
mas pronto viajó a Madrid
como un poeta afamado
y al poco voló hacia América
donde alcanzó el estrellato
a la luz de su poesía,
pero también consagrado
cuando, con gran maestría,
actuaba en los escenarios
con una voz portentosa
de rapsoda consumado
diciendo sus propios versos,
místico y arrebatado.
No sólo escribió poesía
Manuel Benítez Carrasco
aunque fuera en este arte
donde brillara más alto;
usó también otros géneros
como novela y teatro,
así, “El castillo de Dios”,
bello sacramental auto
o “El último sacrificio”,
cual meritorio relato.
Manuel Benítez Carrasco,
poeta de excelso rango,
retornó por fin al Sur
donde anduvo algunos años
por ciudades andaluzas,
escribiendo y recitando.
Al final murió en su tierra
y, tras ser incinerado,
sus cenizas se esparcieron
cerca de san Miguel Alto
para contemplar Granada
como lo hacen los pájaros.
En herencia nos dejó
Manuel Benítez Carrasco
el tesoro de los versos
que conforman su legado
reluciendo para siempre
con los fulgores de un astro.
…………………………….
“Contra mis cinco sentidos
tus cinco toritos negros:
torito negro, tus ojos,
torito negro, tu pelo,
torito negro, tu boca,
torito negro, tu beso
y el más negro de los cinco,
tu cuerpo, torito negro”.
(M.B.C)
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XVII.-MANUEL DE FALLA (Cádiz 1978-Alta Gracia, Argentina, 1946)
Las cadencias musicales
creadas por Manuel de Falla
son hermosas melodías
que nos laceran y sanan,
cicatrizando aflicciones
y arraigándose en el alma.
Si don Manuel nació en Cádiz,
su hogar estuvo en Granada,
bajo la Cruz de los Mártires
al socaire de la Alhambra,
y aunque murió en Argentina
por las tierras de Alta Gracia,
en su corazón bullían
los latidos de la patria
vibrando en sus partituras
la pura esencia de España.
De joven marchó a Madrid,
donde solo interesaban
operetas y zarzuelas,
tendencias en las que Falla
no logró sobresalir
aunque en ello se esforzara,
pues su obra “La vida breve”
fue por todos rechazada.
Tras ello, eligió París,
la metrópolis soñada,
donde jóvenes artistas
con ahínco se afanaban
por despuntar en las artes
para conseguir la fama.
En la ciudad parisina
con Albéniz se encontrara,
otro de los grandes músicos
de nascencia catalana
que tan bien supo expresar
los sentimientos de España.
Asimismo, conoció
a un músico de Granada,
el guitarrista Ángel Barrios,
cuyo padre regentaba
una taberna-ateneo
en el centro de la Alhambra,
donde los cantes flamencos
eran liturgia sagrada.
Su pieza, “La vida breve”,
que en Madrid le rechazaran,
con laureles la ofrendaron
en la capital de Francia,
lo que supuso un consuelo
para don Manuel de Falla.
Pero pronto la Gran Guerra
en Europa explosionara,
lo que impulsó al artista
retornar de nuevo a España
y, tras un tiempo en Madrid,
vino a asentarse en Granada
ciudad que lo enamoró
y donde encontró la calma,
siendo la familia Barrios
quien con mimo lo arropara.
Si su cuna estuvo en Cádiz,
su destino fue Granada
habitando veinte años
por la Antequeruela Alta;
su casa, santa santorum
de música y de palabras
donde artistas y poetas
se reunían y platicaban
frente al manto inmaculado
que envuelve Sierra Nevada.
En el carmen alhambreño,
compartido con su hermana,
la austeridad se imponía
en torno a la fe cristiana
marcando siempre el camino
de una vida moderada,
donde el arte musical
era la estrella invitada.
Las “Canciones populares”,
armonizadas por Falla,
que con el paso del tiempo
casi habían sido olvidadas,
las actualizó con ritmo
y maneras delicadas,
rememorando un acervo
de indiscutible importancia.
Ya había compuesto “Las noches
en los jardines de España”,
luciendo el Generalife
como icono de metáforas
y las notas del piano
acunándose en el agua.
En su obra de “El amor brujo”,
el éxtasis nos embarga
despertando sentimientos
ardientes como las ascuas
y el corazón, desbocado,
baja y sube a la garganta
donde se anuda el hechizo
de Andalucía y de España
cuando “La danza del fuego”
nos apresa entre sus llamas.
La música y la poesía,
el sonido y la palabra
inmolándose en el fuego
hipnótico de sus brasas,
que los vientos embravece
y domeña las borrascas
cuando la orquesta nos brinda
la cantata de “La Atlántida”.
Es un manantial la música
que nace en Manuel de Falla,
donde las hondas raíces
de lo más puro de España
se funden con lo andaluz,
en mímesis agraciada
y al escucharla reviven
los duendes de la nostalgia.
Cuando la Guerra Civil
se anubla Manuel de Falla
pues maldades y violencias
no podía soportarlas
y se marchó a la Argentina,
donde en tierras de Alta Gracia
fallece el insigne músico,
tan lejos de su Granada.
Falla murió en Argentina,
mas lo trajeron a España
para sepultar sus restos
en la seo gaditana,
junto a las olas del mar
que vienen desde La Habana,
meciendo las habaneras
en el vaivén de sus aguas.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XVI.-FRAY LEOPOLDO (Alpandeire, 1864-Granada 1956)
En el pueblo de Alpandeire,
de la provincia de Málaga,
nació Francisco Tomás,
viviendo su tierna infancia
en una humilde familia
dedicada a la labranza.
Esta Serranía de Ronda
de evocaciones románticas
que el hermoso río Genal
fecundiza con sus aguas,
luce espléndidos parajes
por la fragosa comarca,
en el otoño, castaños,
de intenso rojo escarlata
y almendros en primavera
con flores rosas y blancas,
todo envuelto en una luz
que el espíritu abonanza.
Francisco Tomás, de niño,
ya presentía la llamada
portentosa de la fe
y la mística cristiana
ingresando desde joven,
con vocación entusiasta,
en la orden capuchina
de la ciudad sevillana,
aunque unos años después
trasladáronle a Granada.
Ya en la tierra granadina
pidió que lo nominaran
fray Leopoldo de Alpandeire
y así fue como quedara
en la memoria de todos
su beatífica semblanza.
A este fraile limosnero,
la alforja al hombro colgada,
pidiendo para los pobres
por las calles de Granada,
en los puestos del mercado
y en el umbral de las casas,
sus devotos lo recuerdan
como una entrañable estampa.
Fray Leopoldo de Alpandeire
tanto acrecentó su fama,
que le requerían consejos
en cuestiones cotidianas
escuchando con respeto
sus reflexivas palabras.
El humilde limosnero
de las tres avemarías‘,
pues era este apelativo
con el que lo conocían,
ya que el fraile capuchino
siempre el rezo concluía
cuando quedamente hablaba
o limosnas recibía.
Fray Leopoldo de Alpandeire,
con beatífica sonrisa,
mortificado y asceta,
para los pobres vivía
basando en la caridad
el sentido de su vida.
Fray Leopoldo falleció
en la ciudad granadina
y sus restos se veneran
en la iglesia capuchina,
a donde acuden los fieles
con gratitud peregrina
para ofrendarle oraciones
y las tres avemarías.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XV.-MENCÍA DE MENDOZA Y FONSECA (Jadraque,Guadalajara, 1508-Valencia 1554)
Adjunto:
Cuando el romance a Mencía
se hallaba en la redacción
del periódico Ideal
para su publicación
el domingo venidero
tal cual es la tradición,
nos asalta la noticia,
plena de satisfacción,
de que el castillo-palacio,
gracias a Diputación,
será propiedad del pueblo
en toda su dimensión,
por lo que manifestamos
nuestra felicitación
a quienes han culminado
la positiva gestión,
coordinada con acierto
desde la Administración.
Este hermoso monumento
anclado en La Calahorra
pertenecerá al pueblo
y mejorará la zona,
si la inteligencia prima
sobre cualquier maniobra
que pueda obstaculizar
la cordura y la concordia,
actitudes soberanas
ante absurdas demagogias.
La noticia nos reporta
palpitantes alegrías,
pues debe beneficiar
estas tierras granadinas
por siglos abandonadas
y siempre desatendidas,
a pesar de la belleza
de la que están investidas
con Sierra Nevada al fondo
en regia escenografía.
Ver información:
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XIV.-HERMANOS FOSORES de GUADIX
(Comundad fundada en 1953)
Estos hermanos fosores,
guardianes del cementerio,
con sus hábitos marrones
y la mirada hacia el suelo
donde se alinean las huellas
de sus sandalias de cuero,
ignotos tras sus capuchas
e inmunes al desaliento,
han ofrendado su vida
al entierro de los muertos,
junto al rezo de plegarias,
responsorios y mementos
que, entre los verdes cipreses
cimbreados con el viento,
van y vienen por las tumbas
acompasando silencios
nimbados de blancas nubes
suspendidas en el cielo.
La Congregación laical
de los fosores cristianos
la creó Fray José María
de Jesús Crucificado,
que era un fraile anacoreta,
humilde y samaritano,
allá en los años cincuenta
del siglo XX pasado,
designando ser Guadix,
con plácet del obispado,
donde cobijo tuvieran
los piadosos ermitaños
que conviven día a día
con el dolor del Calvario.
Enterrar a los difuntos,
custodiar el camposanto,
pedir por vivos y muertos
rezando el Santo Rosario,
la Liturgia de las Horas
ante el Sagrario postrados,
es la gran dedicación
de estos frailes accitanos
viviendo al margen del mundo
y en su ascetismo enclaustrados.
A la hora de un entierro,
mientras dobla la campana,
estos hermanos fosores
de austeridad carismática,
junto al ataúd caminan
desde la puerta de entrada
y en silencio hasta la tumba
a la familia acompañan
donde al difunto bendicen
encomendando su alma;
luego, despiden el duelo
y al quedarse todo en calma
custodian la sepultura,
siendo la Sierra Nevada
el haz de luz que ilumina
los destellos de las lápidas
para luego adormilarse
al socaire de las tapias.
Se levantan de sus catres,
antes de llegar el alba,
los beatíficos fosores
de la ciudad accitana,
para cuidar con desvelo
las fosas donde descansan
quienes ya abandonaron
la singladura mundana,
dejando sólo el recuerdo
en las personas amadas
y en aquellos sus amigos
de tertulias cotidianas.
Los venerables fosores
de la ciudad accitana,
generosos con los hechos
mas parcos en la palabra,
recordando a los latinos
al decir: “verba, nom; ¡facta!”,
tienen que ser protegidos
y su labor potenciada
por la generosidad
y actitud humanitaria
de estos frailes consecuentes
con la caridad cristiana
de sepultar a los muertos
mientras rezan por sus almas.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XI.-DOÑA JUANA I DE CASTILLA (Toledo, 1479, Tordesillas, 1555)
Conocida por “la Loca”,
doña Juana de Castilla
fue una mujer desdichada
que sucumbió como víctima
de aviesas conspiraciones
y desvergüenzas políticas
entre hijo, marido y padre
que la enterraron en vida;
prisionera en un palacio
de la noble Tordesillas,
junto a las aguas del Duero,
fiel heraldo de la villa,
se consumió doña Juana
en su tristeza infinita.
Vino a nacer en Toledo
y falleció en Tordesillas,
atormentada y doliente
aquella tercera hija
de Isabel y de Fernando,
los reyes que en sí reunían
las coronas de Navarra,
de Aragón y de Castilla
una vez reconquistado
el territorio islamita,
reino bello y suntuoso
de la estirpe nazarita
cuyo poder se asentaba
en las tierras granadinas.
Matrimonió con Felipe,
“el Hermoso”, le decían,
archiduque de los Austrias
y ambos se enamorarían
cuando por primera vez
en Flandes se conocían.
Mas, pronto el joven esposo,
en ostentosa osadía,
comenzó a serle infiel
con amantes a porfía,
hecho que condujo a Juana
a una cruel melancolía.
Obsesiva y ardorosa,
los celos la carcomían,
no pudiendo superar
las afrentas que sufría
de su rijoso marido
que se pasaba los días
en lechos de otras mujeres
o en continuas cacerías.
A pesar del desvarío
que en su interior le crecía
trajo al mundo hasta seis hijos
y el primer varón sería
Carlos V, Emperador,
cuyo reino se expandía
por territorios tan vastos
donde el sol siempre lucía.
Al morir Felipe en Burgos,
en circunstancias ambiguas,
para unos, envenenado,
para otros, de pulmonía,
el corazón de la esposa
en pedazos se rompía.
Trajo el sepulcro a Granada,
en macabra comitiva
caminando por las noches
y descansando de día.
Ocho meses de viaje
en Juana aumentarían
los fantasmas que en su mente
desorientados bullían.
La rebelión comunera,
liderada por Padilla,
liberó a la reina Juana
de su encierro en Tordesillas
ofreciéndole de nuevo
ser la reina de Castilla
que por legado y herencia
a ella pertenecían;
pero Juana se negó
pues esto la enfrentaría
al emperador Carlos,
hijo a quien tanto quería.
Dicen que la reina Juana
el mal de amores sufría
y en su frágil corazón
la congoja se imponía
trasmutando en pesadumbres
los latidos de la vida.
En la Capilla Real
de la ciudad granadina
reposan Felipe y Juana
en sepulturas contiguas
con Isabel y Fernando,
mausoleo que sublima
una gran obra escultórica
pulquérrima y bellísima,
cual referente emblemático
del arte renacentista.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XII.-ALONSO CANO (Granada, 1601-1667)
El artista Alonso Cano
fue arquitecto y escultor
además de un exquisito
y delicado pintor,
que, aunque vivió en el Barroco,
en él perdura el fervor
del clasicismo humanista,
ejerciendo con pasión
las extraordinarias dotes
de un maestro en la creación.
Discípulo de Pacheco
en la ciudad de Sevilla,
marchó después a Madrid
para ejercer su pericia
pues el duque de Olivares
era quien lo requería,
entrando así en contacto
con la Corte de la Villa.
Tuvo amistad con Velázquez
y en Madrid dejó constancia
de su calidad artística
en las pinturas y tallas,
siendo con Felipe IV
pintor de la Real Cámara.
Alonso Cano sufrió
una historia complicada
al implicarlo en la muerte
de su esposa, asesinada
en el lecho conyugal
con múltiples puñaladas;
rumores de todo tipo
y conjeturas extrañas
lo llevaron a la cárcel
en una experiencia infausta,
aunque al final quedó absuelto
retornando a su Granada
y vivió en el Albaicín,
barrio frontero a la Alhambra
embriagado por la luz
que brota en Sierra Nevada.
Ordenóse sacerdote
tras una vida agitada
y alcanzó la canonjía
en la seo de Granada,
donde su labor artística
dejó un sello de vanguardia
que ha transcendido en el tiempo
con notoriedad preclara.
Una de las grandes joyas
es la linda Inmaculada,
diminuta en estatura
pero de hermosa prestancia,
esculpida en la madera
de cedro, policromada,
frente a frente al facistol
y erigida en la peana,
envuelta en airoso manto
de geométrica elegancia,
situada en la sacristía
del gran templo de Granada.
La catedral luce cuadros
de la Virgen, donde narra
el insigne Alonso Cano,
con maestría consumada,
las escenas inmortales
de María Inmaculada
constituidas en dogmas
por la religión cristiana.
El artista proyectó
la monumental fachada
del templo catedralicio
por Siloé iniciada,
que, en el siglo XVIII,
fue exquisitamente ornada
por Risueño y otros discípulos
de la Escuela de Granada.
Alonso Cano murió
en la ciudad de Granada,
maltratado por la vida
y en una pobreza ingrata,
como otros tantos artistas
que, aunque alcanzaron la fama,
al ocaso de sus días
los persigue la desgracia.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XIII.-ELENA/ELENO DE CÉSPEDES (Alhama de Granada, 1545-Yepes ¿1588?)
Por el siglo XVI
vino a nacer en Alhama,
la legendaria ciudad
al oeste de Granada,
una pequeña mulata
cuyo padre era alhameño
pero la madre, africana,
que vivía ejercitando
las labores de criada.
Bautizada como Elena,
años después se cambiara
pasando a llamarse Eleno,
pues su cuerpo demandaba
ser varón y no mujer
como Natura fijara.
Siendo muy joven casó
con un muchacho en Alhama
que presto la abandonó
tras dejarla embarazada,
y el niño recién nacido
se lo cedió resignada
a un matrimonio cristiano
en adopción acordada.
Tuvo múltiples oficios
por comarcas gaditanas,
ejerció de tejedora
en telares de Granada,
luego se marchó a Madrid
trabajando de empleada
con un doctor cirujano
y en las consultas privadas
aprendió con rapidez
lo que el médico enseñaba.
Asimismo, en la milicia
como un soldado actuara,
demostrando gran valor
y bravura consumada
en los embates guerreros
y el estruendo de batallas
que contra moriscos hubo
por la fragosa Alpujarra.
Mas pronto Elena voló
buscando cotas más altas
y ejerció la medicina
obteniendo buena fama,
no sólo con los diagnósticos
y convenientes terapias,
sino también porque fue
la primera cirujana
que realizó intervenciones
en hospitales de España
con su licencia académica,
legalmente titulada.
Por cuestiones de intrusismo
las denuncias lo acosaban,
y, al determinar casarse
con jovencita agraciada
por el rito de la Iglesia
en ceremonia eclesiástica,
el Santo Oficio intervino
fallando ser azotada
y que en dispensarios públicos
la cirugía practicara.
Tuvo una inédita historia
esta persona angustiada,
que vivió como varón
en cuerpo que no aceptaba,
aunque supo soslayar
situaciones desnortadas,
esgrimiendo inteligencia
y actitudes camufladas,
aparentando ser hombre
con atributos de dama.
Elena / Eleno de Céspedes,
nativa y originaria
del pueblo romanceado
cuando el sultán perdió Alhama
y que, paseaba, triste,
desde Elvira a Bibarrambla,
tuvo una vida azarosa
digna de ser novelada,
o dedicarle unos versos
en cadencia asonantada
como aquel juglar anónimo
que rimó el ¡Ay de mi Alhama!
—–oooOooo——–
Le dedico este romance
al jameño Antonio Arenas,
periodista incombustible
de las ciencias y las letras,
porque fue quien me alertó
del personaje de Elena,
desconocida hasta entonces,
salvo en tierras alhameñas
y en registros académicos
de nominaciones médicas
donde como cirujana
se menciona su presencia.
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