V.- ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS de JUAN JOSÉ GALLEGO TRIBALDOS.
Romances del XLI al L. Clic en el nombre
L.-Juan José Santa Cruz XLIX.-Conchita Barrecheguren.
XLVIII.-Alhamar. XLVII.-Frascuelo: Salvador Sánchez.
XLVI.-P. Ignacio de las Casas. XLV.-Don Emilio Orozco Díaz
XLIV.-Francisco Martínez de la Rosa XLIII.-Doctor Oloriz Aguilera.
XLII.-Mariluz Escribano Pueo. XLI.-Francisco López Burgos.
ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLIX-CONCHTA BARRECHEGUREN (Granada 1905-Granada 1927)
Conchita Barrecheguren
era una bella muchacha
que entregó su vida a Cristo
en loor de enamorada
desde el puro sentimiento
ungido en la fe cristiana.
Conchita Barrecheguren,
flor bendita de Granada,
que de niña ya pedía:
“Padre Mío, hazme santa”,
desde la pura inocencia
donde se habita en la infancia
pues en su pecho latía,
cual repique de campanas,
la llamada del Señor
y a su Dios ofrendó el alma.
Los encantos de la joven
paz luminosa irradiaban,
inundando de sosiego
y de una espiritual calma
a familiares y amigos
cuando iban a visitarla
quedando siempre prendados
del eco de sus palabras.
Una chica estilizada
de ojos negros y expresivos
a la vez dulces y tristes
con personal atractivo,
inocente y candorosa,
de carácter reflexivo,
auténtica, sin dobleces,
fueron rasgos genuinos
de una joven elegida
por misteriosos designios
como icono de bondad
y ejemplo de sacrificio.
Armoniosa y delicada
amaba la soledad,
albergando un corazón
muy sensible para amar,
mas firme para sufrir
su incurable enfermedad,
siempre buscando al Señor
con ascética humildad.
Dotada para la música
con su padre interpretaba
deliciosas melodías
que era un placer escucharlas,
siendo la literatura
otra afición que gustaba,
al componer ella misma
poemas donde expresaba
su amor a Dios y a la Virgen
en estrofas bien rimadas.
Enfermó a los doce años
de un mal que le ocasionaba
trastornos y malestar,
pero que no socavaban
el plácido regocijo
que de su interior manaba
repartiendo la armonía
dentro y fuera de su casa.
Con veintiún años cumplidos
falleció en la paz cristiana
asignándole la Iglesia
su distinción de beata,
reconfortando a los fieles
dispersados por España
donde rezan con fervor
a esta chica de Granada
que se la recordará
por la nobleza del alma.
Conchita Barrecheguren
luz de espiritualidad,
cuya síntesis de vida
fue amar, sufrir y rezar
pues nuestra beata laica,
en compromiso vital,
ofreció su vida a Dios
y junto a Dios ha de estar
gozando la cercanía
de la Madre Celestial.
Con sustantivos de flores
a Conchita la nombraban
pues siempre había primavera
en su risa y su mirada,
como una rosa eucarística
o una azucena mariana
ya que la niña beatífica
era una bella parábola
de margaritas y nardos,
de geranios y lavanda,
de orquídeas y de jazmines
de hierbabuena y albahaca,
de querubines y arcángeles
en poética metáfora.
Cuando estaba muy enferma
y la muerte le rondaba
Conchita escribió un Diario
de espiritualidad máxima
donde la reflexión mística,
henchida de fe cristiana,
reconvertían el dolor
en plegarias sacrosantas
para alabar al Señor
encomendándole el alma.
“Madre mía, no tengo fuerzas
con que seguir escribiendo
pero todo os lo dirá
mi corazón que os ofrendo”,
son las últimas palabras
de Conchita en su memento
cuando la muerte acechaba
por las esquinas del lecho
presta para acompañarla
en su camino hacia el cielo.
“Si queréis, mi vida está,
junto con mis sufrimientos,
para ofrecerla al Señor
hasta mi último aliento
porque en Vos, mi Dios, confío
y en miraros me contento”,
rezó la joven Conchita
en sus instantes postreros.
Francisco Barrecheguren,
el buen padre de Conchita,
una vez viudo y solo
se ordenó redentorista
y en esta Congregación
pasó el resto de su vida
vivificando el recuerdo
de quien fue su amada hija,
que hoy beata se venera
con religiosa alegría.
Un santuario los vela,
el del Perpetuo Socorro,
de estilo renacimiento
con ornamentos barrocos
y que los redentoristas
lo miman como un tesoro,
donde Conchita y su padre
gozan de eterno reposo
al abrigo de la Virgen
con su mirar amoroso.
Mi amor, un Dios crucificado; mi fortaleza, la
Eucaristía; mi refugio, los brazos de la Virgen; mi deseo, amar más a Jesús.
(Beata Conchita Barrecheguren).
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLVIII-ALHAMAR (Arjona 1194-Granada 1273)
Muhammad ibn Alhamar,
primer emir en Granada
de la estirpe nazarita,
proveniente de una taifa
como tantas en al-Ándalus
que en Arjona gobernaba,
instituyó un nuevo Estado
cuya sede fue la Alhambra,
referente prodigioso
de las medinas islámicas.
Tras conquistar Almería
y también invadir Málaga
sus leales irrumpieron
en la tierra deseada,
donde el Darro y el Genil
van derramando sus aguas,
que cantarinas descienden
por barrancos y vaguadas,
hasta irrigar las choperas
de la vega de Granada.
Allegado el siglo trece,
Muhammad Ibn Alhamar
de la estirpe nazarí
se afanó en edificar
la medina de la Alhambra,
una joya del islam,
considerada modelo
del estilo musulmán.
Con Muhammad Alhamar,
“el Rojo”, lo nominaban
por el color del cabello
y su pelirroja barba,
la dinastía nazarí
crea sultanato en Granada
cuyo centro de poder
se focalizó en la Alhambra,
una ciudad palatina,
hermosa y paradigmática.
La castrense fortaleza
de la época nazarí
se obró sobre otra anterior
de la familia zirí,
cuando los reinos de taifas
batallaban entre sí
y el poder se administraba
en sedes del Albaicín.
Esta nueva fortaleza,
nominada la Alcazaba,
se alzó para defender
la medina de la Alhambra
donde reyes nazaríes
quisieron fijar morada.
Al oeste de la Sabika,
en sinopsis triangulada,
se alinean fosos y torres
enlazados por murallas
al socaire de la sierra
y de sus cumbres nevadas.
El acceso hacia el recinto
del fortín de la Alcazaba
es un dédalo complejo
para complicar la entrada,
con cuatro puertas en quiebra
hasta la Plaza de Armas,
convertida en campamento
por el sultán Ibn Mohammad.
Altas torres con adarves
descuellan como atalayas
para vigilar la Vega,
el Albaicín y Granada,
donde el poder nazarita
todo un reino gobernaba.
La Torre del Homenaje,
con mazmorra subterránea,
albergó el primer palacio
de la corte de Muhammad.
La Torre del Adarguero,
la Pólvora, la Quebrada,
el jardín de los Adarves
adornando la Alcazaba,
todo para proteger
la reliquia de la Alhambra.
Las banderas nazaríes,
rojas, color escarlata
como rojos son los granos
del fruto de la granada,
en las torres más punteras
de la carmesí alcazaba,
agitadas por el viento
con esplendor ondeaban.
“Sólo Alá es vencedor”
era el signo nazarita
que Alhamar pontificó
al cruzar puerta de Elvira,
cuando por primera vez
vio la ciudad granadina,
y ese lema se talló
por palacios y mezquitas
en la capital de un reino
con creencias islamistas.
Muhammad ibn Alhamar
falleció de una caída
al caerse del caballo
de manera fortuita,
dejando como heredero
del estado nazarita
a su hijo primogénito,
sultán que destacaría
en fortalecer el monte
sagrado de la Sabika
donde luce aún la Alhambra
como estrella matutina.
El Estado nazarí
sus fronteras extendía
del poniente, en Gibraltar
al levante, en Almería,
con una ostentosa corte
de costumbres sibaritas
plenas de lujo y cultura,
mas sin pujanza política
que acabó siendo absorbido
por el Reino de Castilla.
El último de los taifas
de Al-Ándalus en España
fue el Estado nazarí
con capital en Granada,
esplendente en los inicios
y finado en la desgracia.
Una corte suntuosa,
pero de fuerzas mermadas,
y unas guerras familiares
por gobernar en la Alhambra,
fueron rasgos distintivos
de un dominio en desbandada,
tan débil como lujoso
que nació y murió en Granada.
Muhammad ibn Alhamar
gestionó con eficacia
métodos para subir
desde el Darro hasta la Alhambra
el agua que confería
la sierra de la Alfaguara.
Maestros los árabes fueron
en la usanza de las aguas
regando vegas y almunias
o simplemente escuchándola
en surtidores y fuentes
de los palacios o plazas,
cuando se convierte en música
para el deleite del alma.
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLVII-FRASCUELO:SALVADOR SÁNCHEZ. (Churriana 1842-Madrid 1898)
Con Lagartijo y Guerrita,
los valerosos toreros
que en el siglo XIX
se retaban por los ruedos,
alternó en rivalidad
el granadino Frascuelo,
natural de Churriana
y un paladín del toreo.
Elegante toreador,
impertérrito ante el miedo,
encarándose a los toros
provocador y altanero,
para enmarcar sus faenas
con lentos pases de pecho
culminados en desplantes
por los medios del albero.
Se llamó Salvador Sánchez
el valiente churrianero
que de muy joven marchó
a los predios madrileños,
donde se forjó en el arte
subliminal del toreo
regateando a la muerte
en un arriesgado duelo,
que más parece liturgia
impregnada de misterio
que una fiesta colorista
o un simple entretenimiento.
En el temerario arte,
Lagartijo y Frascuelo
tuvieron rivalidad
jaleada por el pueblo,
siendo los dos lidiadores
las figuras del momento
que levantaron pasiones
dentro y fuera de los ruedos.
El torero granadino,
chispeante y pinturero
tiene una garbosa estatua,
junto a varios monumentos
en un lindo bulevar
donde, a veces, llega el viento
que baja desde la Sierra
por angostos vericuetos
hasta acabar en la Vega
y allí vivir los inviernos
cortejando a las choperas
con su atractivo cimbreo.
—-oooOooo—-
En el rito de la lidia
la tragedia siempre acecha
porque la muerte y la vida
se entrelazan y se enredan
al juego del escondite,
con capote o con muleta
en una danza dramática,
donde el arrojo y destreza
van rizando naturales
con la mirada altanera
que el público, puesto en pie,
los aplaude y vitorea
como hace en el teatro
cuando apasiona una escena
o presencia un ritual
de cromática belleza.
Ya en los prehistóricos tiempos
los toros se veneraban
por su poder, por su fuerza
y lo hermoso de su estampa,
tal como el arte rupestre
nos ha dejado constancia
en cuevas del Paleolítico
de datación milenaria
que han ido marcando hitos
por tierras mediterráneas.
En la sociedad egipcia
tan misteriosa y arcana,
junto a esfinges y pirámides,
el toro simbolizaba
suprema virilidad
y nobleza ponderada,
siendo un animal de culto
al que preces se ofrendaban.
En Creta, en Grecia y en Roma
este animal fascinaba
y en espectáculos lúdicos
su presencia era esperada
con máxima expectación
y alegría inusitada,
pues sin toros los festejos
eran atracción mermada.
Si observamos la Edad Media,
en el campo y en las plazas,
tanto a pie como a caballo,
con picas y con espadas,
los toros eran lidiados
entre vítores y palmas
siendo los alanceadores
quienes más fama ostentaban.
En las festejos y ferias
el toro nunca faltaba,
bien en justas o corridas
con quiebros o aires de danza,
donde jóvenes resueltos
su valentía demostraban
ante las mozas del pueblo
que arrobadas los miraban.
Para celebrar la Toma
de la ciudad de Granada
se celebraron corridas
en la plaza de Bib-rambla
a final del siglo XV
cuando a pie ya toreaban,
con un extremado riesgo
que al público entusiasmaba,
siendo los reyes y nobles
quienes más la potenciaban,
aunque el pueblo la hizo suya
y como suya quedara
esta fiesta de los toros
tan bella como arriesgada.
Al sonar un pasodoble
se hace el silencio en la plaza,
cosquilleando en el pecho
un hormigueo de nostalgia
que, mecido por la brisa,
hacia los cielos cabalga
repicando el corazón
con latidos de campana.
Patrimonio inmaterial,
arte de la “Tauromaquia”,
este rito del toreo
de tradición centenaria
denominado también
como el de la “Fiesta brava”
por la bravura del toro
y lo noble de su raza,
se ha enraizado siglo a siglo
en los surcos de la patria,
adviniendo hasta este tiempo
con energía renovada,
que acreditados artistas
en sus creaciones exaltan,
siendo un rasgo distintivo
de la cultura de España.
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLVI-PADRE IGNACIO DE LAS CASAS (Granada1550-1608)
Padre Ignacio de las Casas,
inteligente, erudito,
un jesuita brillante
descendiente de moriscos
que en siglo XVI
tuvo un papel decisivo
en aquello de los Plúmbeos,
al esclarecer el lío
en que se hallaban inmersos
los enigmáticos Libros.
Hijo de familia culta,
vivió sus tiempos de niño
jugando por las callejas
del Albaicín granadino
donde comenzó a estudiar,
con mentores jesuíticos,
la sapiencia de los clásicos
junto al canon humanístico.
En la ciudad de Segovia
jesuita fue ordenado
y el Papa Gregorio XII
le hizo un delicado encargo:
viajar al Oriente Medio
a dialogar con cristianos,
musulmanes y judíos
y establecer unos lazos
que consiguieran la unión
en fraterno apostolado.
También tradujo los cánones
del Concilio de Nicea,
el primigenio ecuménico
que convocara la Iglesia,
en tiempos de Constantino,
el hijo de santa Elena,
cuando Roma aún dominaba
los confines de la tierra.
Máximo conciliador
de cristianos y moriscos,
propuso distintos métodos
a los que estaban previstos
para que dichos conversos
siguieran la fe de Cristo,
ya que a la fuerza acataron
aceptar el cristianismo
al imponer por decreto
el ritual del bautismo.
Para ello tradujo al árabe
los textos del catecismo
ya que a través de su lengua
se educaría a los moriscos
en la religión cristiana
al aprenderla de niños
y así, evangelizarlos
en su lenguaje nativo,
pues ellos no comprendían
el nuevo idioma venido.
Denunció desigualdades
frente a los cristianos viejos,
que eran beneficiados
ante los nuevos conversos
y atacó las estructuras
que defendían privilegios
por la limpieza de sangre
y origen de los ancestros.
Con la lengua de los árabes
él quería evangelizar
pues era la que entendían
los moriscos del lugar
asentados por España,
para así poder llevar
los mandamientos cristianos
al ámbito musulmán.
Su misión fue alternativa
y buscó la conversión
nunca impuesta, sí sincera,
pues con la gracia de Dios
optarían libremente
la substancial decisión
para así abrazar la fe
con convencido fervor.
Era versado en latín,
en árabe y en hebreo,
de saber enciclopédico
con alma de misionero,
asesor de varios Papas,
un jesuita modelo,
teniendo en tierra los pies
y la cabeza en el cielo.
Pedro de Castro, arzobispo,
al padre Ignacio encargara
traducir al castellano,
con la mayor eficacia,
los célebres Libros Plúmbeos,
que crearon suspicacia
desde que fueron hallados
bajo la Torre Turpiana,
sitio en el que se asentó
la mezquita de Granada
allá en los tiempos pasados
de la etapa musulmana,
donde hoy está el Sagrario
cual oasis de bonanza.
El letrado jesuita
demostró la gran patraña
inserta en los libros plúmbeos
que tanta inquietud crearan:
una falsedad rotunda
por moriscos inventada
al buscar ser integrados
en la sociedad cristiana
con similares derechos
e identidad ciudadana.
La máxima jesuítica
que definió al padre Ignacio,
fue no ocultar la verdad
y nunca afirmar lo falso,
“ad maiorem Dei gloriam”
como principio sagrado.
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLV-DON EMILIO OROZCO DÍAZ (Granada1909-1987)
Don Emilio Orozco Díaz,
profesor de gran prestigio,
que en la Facultad de Letras
marcó un histórico hito
estableciendo un nivel
de docencia esmeradísimo
con sus doctas enseñanzas
y un talante receptivo.
Siempre será recordado
el profesor don Emilio
dando clases magistrales,
con su personal estilo
sobre san Juan de la Cruz,
paradigma de lo místico,
o el resto de los autores
de aquellos áureos siglos,
sobre todo, en el Barroco
como espacio preferido.
El santo Juan de la Cruz,
poeta del Renacimiento
en el vergel de la mística,
fue un escritor tan excelso
como la madre Teresa,
“que muero porque no muero”,
imágenes literarias
de éxtasis y arrobamientos.
Los santos Juan y Teresa
entre la tierra y el cielo
donde manaban sus versos
de alegórico embeleso,
pareciendo ser rimados
por juglares arcangélicos.
Don Emilio, bondadoso,
didáctico y comprensivo,
destacaban como rasgo
claramente distintivo
los vastos conocimientos
de un profesor erudito,
entre sus alumnos, siempre,
respetado y muy querido,
comunicando en sus clases
fervoroso magnetismo.
Fue decano don Emilio
de la Facultad de Letras
y ejerció de profesor
en Historia de la Lengua,
asignatura tildada
cual hueso de la carrera
tanto en trasiegos semánticos
como en cuestiones fonéticas
incluyendo los sintagmas,
étimos y desinencias.
Elegancia literaria,
escrupuloso en la métrica,
un léxico muy cuidado
y una lectura correcta,
comprensiva y analítica,
fueron valores e ideas
que don Emilio inculcaba
con proverbial sutileza.
En el Ganivet y Suárez,
centros de enseñanza media
referentes en Granada,
impartió también docencia
en aquel bachillerato
de marcadas exigencias
donde el alumno adquiría,
tanto en ciencias como en letras,
niveles cualificados
en las distintas materias
para en la Universidad
mostrar solvencia académica.
Don Emilio Orozco Díaz,
de retórica sapiencia
que en la ciudad de Granada
dejó una profunda estela,
tanto en la Universidad
como en doctas Academias
tal cual la de Bellas Artes,
o en artículos de prensa,
y revistas literarias
con reflexiones poéticas,
junto a otras publicaciones
que marcaron una época
en aquella facultad
de Filosofía y Letras
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLIV-FRANCISCO MARTINEZ DE LA ROSA (Granada1787-Madrid 1862)
Fue Martínez de la Rosa
un granadino escritor,
controvertido político,
utópico y soñador,
que vivió en el XIX,
periodo de convulsión
como tantos otros tiempos
lo fueron, serán y son
pareciendo que esto es
substancial a lo español.
Por su quehacer literario
nunca alcanzó mucha fama
siendo incluso escarnecido
por el inclemente Larra,
que criticó sus escritos
con dureza extraordinaria,
llegando incluso a excederse
en su actitud lapidaria.
Un político idealista
de actitudes mesuradas
en tiempos ingobernables
en que España era acosada,
primero, Napoleón,
cuyas fuerzas esquilmaban
destruyendo y saqueando
cada rincón de la patria
cual depravados ladrones
de maldad desmesurada.
Luego con Fernando VII
que tanto daño hizo a España
por sus cambios de chaqueta
y crudelísima insania
en la Década Ominosa
que duele hasta mencionarla.
Tras la muerte del tirano,
rigiendo María Cristina,
se encadenaron conflictos
hasta las guerras carlistas
donde miles de españoles
lo pagaron con sus vidas
sin saber cómo y por qué
ni a cuento de qué morían.
Fue Martínez de la Rosa
personaje incomprendido,
que en actitud tolerante
defendió el liberalismo
alejado de violencias
o de cualquier extremismo,
lo que se volvió en su contra
por la culpa del destino
sufriendo encierro en la cárcel
y obligado a irse al exilio.
Diputado en las Cortes
y embajador en Roma
también presidió el Gobierno,
promoviendo las reformas
en la Ley de Educación
y otras leyes españolas,
desde la moderación
siempre en pro de la concordia.
El político escritor,
esclavo de su utopía
y de todos los problemas
que aquello le suponía,
dedicaba todo el tiempo
a las diatribas políticas
dejando lo literario,
esperando que algún día
coger la pluma pudiera
y escribir, como él quería.
El romántico político,
enclaustrado en la prisión
fue el lugar donde iniciara,
con denodado fervor,
una tragedia: “Moraima”,
que apenas entusiasmó
pues su quehacer literario
nunca el éxito alcanzó.
En el exilio compuso
varios dramas y novelas
como “Isabel de Solís”,
la historia de “Abén Humeya”
y la más reconocida
“Conjuración de Venecia”
perteneciendo ésta al género
teatral de la tragedia.
Isabel de Solís fue
una cautiva cristiana,
que, raptada por los moros,
consiguió ser la sultana
disfrutando los placeres
de la corte musulmana
al casarse con Muley
bajo el nombre de Soraya;
pero nunca fue querida
en el reino de Granada,
aunque aún se le recuerda
por una torre en la Alhambra
que mira el Generalife
escuchando cómo el agua
borbotea por las fuentes
con sus tintineos de plata.
No fue una mujer dichosa
la bellísima Soraya
pues todos la despreciaron
dentro y fuera de Granada:
para el islam, una infiel,
en Castilla, renegada.
El morisco Abén Humeya,
cuyo nombre de cristiano
era el muy reconocido
como Fernando de Válor,
se levantó en rebelión,
mas pronto fue asesinado
por su primo Abén Abó
en pleno conflicto armado
y los moriscos rebeldes
acabaron derrotados
una vez que Juan de Austria
tomó las riendas del mando.
En el otro drama histórico
sobre la Conjuración
de la ciudad de Venecia,
se representa el guion
del movimiento romántico
literario y español,
donde Bécquer y Espronceda
son la máxima expresión
aunque el “Don Juan” de Zorrilla
fuese el drama triunfador.
En la obra y en la vida
de Martínez de la Rosa
se aprecia con claridad
la incertidumbre española,
cuando los cambios políticos
se batían como las olas
y las guerras golpeaban
con crueldad desoladora.
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLIII-DOCTOR OLORIZ AGUILERA (Granada1855-Madrid 1912)
Fue don Federico Olóriz
un granadino brillante,
médico e investigador
de las huellas dactilares
que en los procesos forenses
y pesquisas policiales
resuelven tantos enigmas
de forma determinante.
Por eso en la medicina
todos le llaman el “Padre”
de la metodología
con las huellas dactilares,
llamada Dactiloscopia
en glosas profesionales,
y que han sido decisivas
en temas fundamentales
detectando delincuentes,
farsantes y criminales.
Tras acabar la carrera
de medicina en Granada
se especializó muy pronto
en anatomía humana
y dirigió el sanatorio
de la Orden Hospitalaria
que el mismo san Juan de Dios
en nuestra ciudad creara.
Más tarde marchó a Madrid
donde había obtenido cátedra
enseñando anatomía,
pero a la vez estudiaba
y seguía investigando
en virtud disciplinada.
Colaborador y amigo
de quien a Nobel llegara,
cual fue Ramón y Cajal
y entrambos investigaran
temas de antropología
con laboriosa constancia.
En la lucha contra el cólera
que se expandía por España,
el doctor Olóriz tuvo
una función destacada
estudiando tratamientos
para el mal que se cebaba
con las ciudades, los pueblos,
las aldeas más lejanas
donde la gente moría
en total desesperanza.
Miembro de las Academias
de Historia y de Medicina
también dirigió en Madrid
un Museo que contenía
el acervo inestimable
de la antropología.
Un doctor muy reputado
a niveles nacionales
por sus investigaciones
de precisión impecable,
pero poco conocido
aunque dé nombre a una calle
en la Granada que olvida
a sus hijos más cabales,
salvo aquéllos que utiliza
en controversias banales.
Sus científicos estudios,
sus escritos, sus tratados,
su afán investigador,
sus teorías, sus ensayos,
fueron muy reconocidos
y altamente valorados
por eximios analistas
como Menéndez Pelayo.
De don Federico Olóriz
la sociedad ha heredado,
en materia antropológica,
un impagable legado
fruto del tesón y estudio
de un científico abnegado.
El ilustre granadino
debe ser bien recordado,
por lo que este romancero
con justicia lo ha ilustrado
rimando unos octosílabos
en versos asonantados.
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLII-MARILUZ ESCRIBANO PUEO (Granada1935- 2019)
La poesía de Mariluz,
un enjambre de metáforas
donde los versos cimbrean
como aleluyas del alma
mientras se columpia el aire
por el bosque de la Alhambra
irisando mariposas
al vuelo de las palabras.
La poesía de Mariluz,
siempre buscando su infancia,
donde las noches oscuras
esperaban la alborada
para embriagarse en la luz
que, desde Sierra Nevada,
descendía presurosa
hasta encalmarse en Granada.
Una cegadora luz,
tan violenta en las mañanas
para ir deshilvanándose
conforme las horas pasan,
y, que al llegar los ocasos,
muta el rosa en escarlata
incendiando las choperas
cuando el otoño se encalma.
La poesía de Mariluz
siempre buscó la concordia,
sin rencores ni prejuicios,
iluminando las sombras
en concepción humanística
con la verdad de la Historia
aunque fuese, como fue,
la historia más dolorosa.
Una valiente mujer,
Mariluz, la defensora
de derechos ciudadanos
que dignifican personas
cuando están desprotegidas,
abandonadas o solas.
La calidad de los versos
engarzados en sus obras
van diseñando caminos
y prefijando las horas
de poemas intimistas
que nos deslumbran y asombran.
La poesía de Mariluz
al calor de las palabras,
irradiando sentimientos
en dignidad machadiana
con su voz tan personal
y tan limpia su mirada.
En la Normal ejerció
labores de catedrática
en materias pedagógicas
y asignaturas didácticas,
tanto en temarios lingüísticos
como en glosas literarias.
Entre otras publicaciones,
todas ellas muy cuidadas,
“Las canciones de la tarde”,
o sus “Sonetos del alba”
o los “Umbrales de otoño”,
esta obra galardonada
con el Premio de la Crítica
en justicia laureada.
“Geografía de la memoria”,
o su “Azul melancolía”,
“Corazón de la gacela”
y alguna otra antología
son ejemplos emblemáticos
de su selecta poesía
donde esplenden sustantivos
irradiando bonhomía.
En narrativa escribió
los “Diálogos en Granada”
y otras obras sugerentes,
como las “Cartas de Praga”,
del género epistolar
con reflexiones nostálgicas.
Igualmente, sus artículos
en el periódico “Patria”,
también en el “Ideal”
y varios diarios de España
así como en las revistas
de afinidad literaria,
dándole vida a “EntreRíos”,
cuya ruta no fue larga
por esas cosas que ocurren
en la querida Granada.
Es lo mismo que acaeció
con la editorial “Zumaya”,
nacida para albergar
las creaciones literarias
de noveles escritores
que en prosa o verso buscaban
vivificar ilusiones
en edición publicada,
viendo sus nombres impresos
bajo el título, en portada.
Fue Mariluz Escribano
poeta de paz y esperanza,
a sus convicciones, fiel,
sin estar condicionada
por literarios cenáculos
con tendencias prefijadas
que pudieran enturbiar
su voz amistosa y cálida.
En Mariluz, la armonía,
la ética y la palabra
fueron el gran compromiso
de una misión abnegada
por la que siempre luchó
con poética elegancia.
……………………….
Dejaré un silencio en el recuerdo,
sonidos de una voz que fue muy joven,
y un aroma de sándalo y cipreses
para que no me olvides.
(“Cuando me vaya”. Mariluz Escribano)
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ROMANCERO DE PERSONAJES GRANADINOS
XLI-FRANCISCO LÓPEZ BURGOS (Granada1921- 1996)
El escultor López Burgos
nació y vivió en Granada
cerca de la Magdalena,
teniendo en calle de Gracia
taller y sede de estudio
este artista que alcanzara
ser el Premio Nacional
de Escultura en España,
aunque aquí no se le ha dado
su merecida importancia,
al anteponer prejuicios
de tendencias trasnochadas,
demostrando que esta tierra,
más que madre, es madrastra
para algunos de sus hijos
que en arte o ciencia destacan.
Escultor de la ternura,
como también se le llama,
comunica sutileza
embebida de elegancia;
inteligente y simpático,
con un alma solidaria
sellando en sus esculturas
el talante y la bonanza
del artista consumado
en imágenes, en tallas
y en los bustos bien labrados
con maneras delicadas.
Su imagen más conocida
se yergue airosa en la Sierra,
a tres mil metros de altura
justo al lado del Veleta:
es la Virgen de las Nieves
aureolada de belleza
teniendo un niño en los brazos,
que con los guiños de estrellas
se ha dormido dulcemente
en la materna tibieza.
El ropaje de la Virgen
es una capa de nieve
que por asunción la encumbra
en alegoría turgente,
mientras los vientos se agitan
del Mulhacén al Trevenque
abanicando neveros
con salmodias ascendentes
desde angostas barranqueras
a los espacios celestes.
Labró el escudo de bronce
del monumento erigido
a la gran reina Isabel
junto a Colón, el marino,
cuando a éste le otorgaba
los pertinentes permisos
para viajar a las Indias
por rumbo desconocido.
Fue también quien modeló
el rostro de la Tarasca
que en los festejos del Corpus
se pasea por Granada
anticipando la moda
de la anual temporada.
En plaza Bibataubín,
la enternecedora estampa
de una niña pensativa
ensimismada en su infancia
danzando en el laberinto
de sus ensueños de nácar,
siendo su hija el modelo
que para el padre posara.
En la Casa de los Tiros,
otra conocida estatua
que en la ciudad de Sevilla
fuera primera medalla
de una magna exposición
en su tiempo muy afamada:
es la “Niña del Columpio”
que se mece con prestancia
mientras juguetea la brisa
entre el cabello y su falda.
Suyo es un Crucificado,
en talla policromada,
que transmite devoción
a través de la mirada
y una Virgen Milagrosa
emanando luz del alba
albergada en un colegio
de pedagogía cristiana.
San Juan de Dios, fray Leopoldo,
tronos, retablos y tallas,
imágenes religiosas,
sus esculturas mundanas,
esculpidas con estilo
y maestría consumada.
En la ciudad de Marbella,
frente a la arena dorada,
la Venus de López Burgos,
emergente sobre el agua,
es un icono emblemático
de este litoral de Málaga.
Las obras de López Burgos,
altamente valoradas
tras rebasar el Atlántico,
en tierras americanas,
donde fue reconocido
y sus piezas demandadas
alcanzando más prestigio
que el obtenido en Granada.
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