Oigamos lo que declaró, Miguel Combarrosc CSsR,
sobre Francisco,ante el Tribunal Eclesiástico.
¿Qué opinión se formó de él?
Conocí en el noviciado a D.Francisco Barrecheguren, yo tenía 18 años. Los jóvenes veíamos en él e! modelo a seguir por su piedad, su sencillez y su servicialidad.
Recuerdo la emoción que se apoderó de nosotros al oír al H. Barrecheguren pronunciar, con voz entrecortada, la fórmula de su profesión religiosa, como, igualmente la emoción que nos embargó al darle, a continuación, y allí mismo, el abrazo de felicitación que mutuamente nos dimos; él no podía hablar por la emoción; te apretaba, se quedaba un momento abrazado.... y pasaba al siguiente; todo esto me im presionó.
Destacaba en él la servicialidad, como igualmente su amabilidad al cruzarse con uno por el corredor; hacía entonces una pequeña inclinación y dirigía una sonrisa amable. Se le notaba que estaba a gusto en la Comunidad, que tenía algo dentro que a nosotros nos faltaba, y que en él procedía de una riquísima vida interior y de una vivencia religiosa profunda.
Coincidí con el P, Barrecheguren, siendo ya é! sacerdote, en Granada. Yo me encontraba entonces como formador de nuestro seminario de Santa Fe. Pude comprobar que siempre que yo entraba en la iglesia para hacer una visita, me lo encontraba dando la comunión, con una gran amabilidad, a cualquier fie! que lo pedía; lo veía revestido siempre con roquete y esto la; parecía que era el único capellán, o como el único cura de la iglesia: lo veía dando la comunión, diciendo misa, rezando el rosario, o haciendo la reserva del Santísimo; me impresionaba y edificaba su compostura; se diría que estaba a gusto realizando esos pequeños ministerios, y que aquel santuario era la razón de ser de su vida; se le veía siempre en la iglesia; allí encontraba sus dos amores: la Eucaristía y la Santísima Virgen; parecía como si le costara alejarse de aquel hogar de amor,, que era el santuario, y de la mirada de la Virgen del Perpetuo Socorro, que tantas veces había contemplado.
La imagen que guardo del P. Barrecheguren es la de un hombre de Dios, empapado de lo sobrenatural, y que irradiaba amabilidad, contagiando a cuantos le trataban. En el noviciado los jóvenes veíamos en él el modelo a seguir por su piedad, su sencillez y su servicialidad
Mostraba un temperamento amable y dulce; y esto, no sólo porque su natural fuera así, sino porque, sin duda, lo había forjado en el trabajo personal, en la virtud, y también en los sufrimientos que la vida le había deparado; era el hombre amable y sencillo por excelencia.
El P. Barrecheguren era lo más contrario a lo que uno puede imaginarse, al fingimiento, cosa lo más opuesto a su manera de ser. Pienso que su gran cualidad era la sencillez y la naturalidad, moderado en sus gustos y modales, con su sonrisa a flor de los labios, como empapado de una fuerza superior.
Me impresionó siempre su recogimiento en la capilla, como igualmente, su sonrisa cuando nos iba sirviendo por las mesas la frugal comida, ya que con él no se hacía excepción alguna, a pesar de sus años, y prestaba este servicio como los demás. Manifestaba una gran naturalidad en su forma de ser, aunque siempre muy pulido y bien afeitado, como igualmente muy atento- Era como un fervoroso novicio que tuviera prisa en santificarse, y al mismo tiempo, como si todas las devociones le hubieran sido connaturales desde su infancia.
Quién es... Miguel Combarros Migueles CSsR
Es misionero Redentorista.leonés. Licenciado en Filología Románica; misionero durante 22 años en el Zaire; Superior durante muchos años; escritor, poeta. Conoció a Francisco Barrecheguren en varios momentos de su vida: cuando era Don Francisco, cuando era Hermano Francisco y cuando era ya e! Padre Francisco.