Tres de mayo, día de la Cruz
Con la explosión de la primavera, dejando atrás el frío invierno, llega el mes de las flores, proclive a fiestas y alegres celebraciones. Todos los pueblos del mundo, proclaman desde antiguo el cambio estacional, siguiendo sus ancestrales costumbres.
Granada exalta la Cruz, que ya el emperador romano Constantino y su madre santa Elena dignificaron tras su hallazgo, construyendo la basílica del Santo Sepulcro, con sus mejores galas florales en múltiples altares, ornando patios, calles y placetas, e incluso escaparates, a lo largo y ancho de la ciudad.
Desde mi más tierna infancia recuerdo a la chiquillería, pidiendo un “chavico” para la Cruz. Músicas y bailes por todos los barrios y rincones. Jolgorio y risas desbordan el ambiente en patios de colegios, centros educativos, instituciones, Ayuntamiento… Concursos y premios al esmero, composición y destreza de las cruces en su ejecución y primorosa exposición.
Elementos tradicionales para un conjunto armónico ideal son las cerámicas de Fajalauza, lebrillos y macetas. Jarapas, tapices y alfombras de exuberantes colores alpujarreños. Colgaduras de mantelerías, colchas y mantones. Objetos de taracea y tejidos artísticos. Ornamentos de cobre: braseros, bandejas y platos repujados. La cruz, por supuesto, es el centro de este gran altar al aire libre, adornado primorosamente con claveles rojos, amén de olorosas clavellinas, geranios y rosas en espléndidos macetones… Ah! y unas tijeras clavadas en una manzana (pero)... pues la gente que visita el monumento, siempre dirá: es muy bonito, pero... Está preciosa, pero... Inequívoca expresión del típico malafollá granaíno, perfeccionista e insatisfecho, que siempre va más allá.
Sobre el ambiental pandemónium, en calles y barrios, flotan aromas de flores, alegres sones, voces y juegos de niños felices con sus globos, helados y chuches. Una barra estratégicamente dispuesta aporta, además de música estridente, habas, salaíllas y jayuyas, así como cachos de bacalao para el personal. Barbacoas de chorizo, morcilla y pinchitos morunos regadas con cervezas, finos o manzanilla, que entonan el cuerpo y animan el espíritu.
Guapísimas mujeres, clavel reventón y peineta en el pelo; jovencitas y niñas, también vestidas de gitana, con collares, abanicos, pulseras, aretes y un sinfín de abalorios, cautivan las miradas con solo ver sus graciosos andares, contoneo y donaire, con que mueven los volantes del vestido.
Cantes, palmas sevillanas y medias granaínas, danzas de la reja... Grupos de bailes regionales exhiben el castizo y ancestral folklore de nuestra tierra.
Grupos de caballistas, impecables de corto, sombrero de ala ancha, brazo en jarras, con su dama primorosamente ataviada, a la grupa, repiqueteando cascos la montura, componen una estampa inigualable. Tiros de carrozas y calesas se suman al ambiente, con el prístino sonido de sus cascabeles.
En este mágico y encantador marco, celebra Granada la efeméride de la Santa Cruz, en su festividad del tres de mayo.